Todos pensamos en ella alguna vez en la vida. La cargamos a cuestas siempre que algo nos sale mal. Nos conforma saber que es la causa de nuestros males, y pedimos sea abolida para sentirnos mejor. Cual fantasma aparece y desaparece. Pero solo nosotros sabemos que su lugar favorito se encuentra en nuestra mente. Ahí es donde ella se transforma en la mas malvada de todas las formas. Se alimenta del sentimiento propio y ajeno, de la pena y el sufrimiento y hace que nos alimentemos con ella. Lentamente nos hace sentir rencor; dejándonos tal como si llevásemos una piedra en los zapatos.
Lo cierto es que si no nos deshacemos de ella; esa piedra nunca se va.