15 de mayo de 2007

Aquí

En su asentamiento no tuvo problemas. Se le concedió su estadía pero no todo fue dulzura. Desde el principio se mantenía al margen, se sentía distinta. Pero en general fue adoptada amistosamente por ese país extraño. Su panorama desde el principio fue de asombro y lleno de comparaciones ineludibles.

Con el tiempo, se  acostumbró a que no le llamen por su nombre. Sus nuevos apodos la encasillaban, se achicaban, a veces resultaban cariñosos, a veces inexplicables. No contaba con que siempre encararía cuestionamientos interminables. Que le identificarían  en cuanto hablase.  El acento,  las voces, las ironías y los insultos porteños se tornaron cotidianos. Se fue adaptando inevitablemente a ellos; se mimetizaba muy involuntariamente a ellos. Aunque renegaba de las imitaciones burlonas del acento y costumbres de sus paisanos.  

Si bien nunca se habitúo al gesticular de los habitantes, si adoptó algunas mañas. Tenia que andar con cuatro ojos por la calle, para no ser presa fácil del maleante. De a poco, las caminatas se volvieron naturales, tanto como los viajes en tren o en camión, (colectivos dirían ellos). En su cabeza siempre serian camiones grandes y ruidosos. Comenzó a caminar del lado derecho de la acera, tenia que comprender los mapas y saber manejarse en la ciudad. Nada de eso era común y ahora era casi inconcebible no poder contar con tantos medios de transporte.

La comida le resultaba grata aunque siempre era víctima de la góndolas del supermercado. Las variedades para abastecer su despensa eran al principio un fastidio. Le asustaba ver los cortes vacunos de nombres misteriosos. Aprendió a diferenciarlos para poder preparar los platillos de la zona.

Ese andar agitado y furioso del citadino le perturbaba. Siempre odió ese olor a cigarrillo que quedaba impregnado en su ropa después de un día laboral.  A pesar de gastar valiosas horas en transportarse, en sus viajes diarios se  hacia de los libros para aprovechar el tiempo y acortar su espera a destino.

Nada en esa nueva etapa impediría su desarrollo personal y familiar.  Comenzaba su familia en este lugar. Con cada día vendrían nuevas formas de asombro y la rutina no le cegaría para encontrar en las pequeñas cosas la felicidad.

3 comentarios:

Clarice Baricco dijo...

Aquí leyendo tus letras y disfrutando de tu casa, tan azul como tú.

Saludos linda

ClaudiaRG dijo...

Que linda descripción... creo que fue lo más exacto que he leido.
Yo no soy de otro país, pero cada vez que piso esas tierras, me cuesta acostumbrarme a muchas cosas que son tan habituales para la gente. Me cuesta andar corriendo, andar de transporte en transporte. Camino muchisimo.... y aqui todo tan cerca y todo tan a mano que hay días que ni uso un colectivo, sino que recorro todo a pie....
Son diferentes vidas... son diferentes formas de conectarse entre la gente. Aquí conozco a todos.... allá soy un anónimo entre miles de personas. Nadie te mira, nadie te toma en cuenta... simplemente eres una más entre millones.
Hay muchas cosas que perturban de la gran ciudad, como hay muchas otras que se disfrutan
Beso enorme!

Clau

Nini dijo...

Clarice:
Gracias por visitar. Aca hay un poco de todo, desorden mas que nada. Ultimamente hize limpieza un poco mas a conciencia... bienvenida!

Clau:
Muchas vidas en la gran ciudad, todas se confunden y todas forman una gran urbe. Capital es una cosa, provincia otra. Sin duda lo que aprendi de vivir fuera de mi pais, fue muchisimo, sigo en un intenso y constante aprendizaje de la cultura argentina... Beso!

Aclaración

Suelo inspirarme en imágenes propias y ajenas. Pero muchas de las fotografías que ilustran mis escritos son gracias a los fotógrafos que comparten sus fotos en Flickr. Puedes ver y usar las mías aqui.